Memorias de
un Asesino, “Mi nombre, es Spencer Grimm”
Capítulo 1.
Jeriko
Ciertamente, es naturaleza del
humano, conseguir, buscar, incluso crear, alguna manera de etiquetar o juzgar
todo (y a todos) lo que nos rodea.
Infinidad de libros de metafísica o religión
luchan por hacernos creer lo contrario, por asegurarnos que podemos elegir
simplemente “No juzgar” y esperar a conocer antes de figurarnos una imagen
definitiva.
Resulta, que no…
Es imposible no juzgar a la primera,
¿Por qué? Simple, somos demasiado, demasiado estúpidos.
Tanto asi, que dependemos de una
imagen, adjetivo, critica, o cualquier estampilla que nos haga entender que ese
“algo” es algo, y no otra cosa.
Ella, ella me hiso entenderlo…
Yo, era mucho más joven entonces,
recuerdo que no había pasado mucho tiempo, si acaso algunos meses, desde que
terminé mis estudios de filosofía en aquella universidad de cuyo nombre no me
dan ganas de acordarme.
Habré durado cuando mucho 3 o 4 días
como profesor en parís, antes de que ellos me encontraran una vez más (se hiso
un hábito desde que cumplí 16)
El caso es que me llevaron solo para
presentármela, como cualquier niña malcriada a quien le citan a su
representante…
Nunca, nunca me han gustado los
retos. Si algo funciona, es mejor dejarlo así.
Ese día, mi “Etiqueta” fue tan simple
y directa como la que pudo colocarle cualquiera.
“Es una niña malcriada”. No esperaba
conseguir ningún resultado de ella…
Me equivoque…
Denisse, era su nombre. Tenía apenas
13 años entonces, su larga cabellera negra contrastaba con su piel pálida. Su
rostro era digno de un poema de Neruda, al menos yo, no conseguí ningún defecto
en su composición. Desarrolle un gran afecto hacia ella en muy poco tiempo;
supongo que el sentimiento es similar al de un hermano mayor, o algo por el
estilo.
No les mentiré, su conducta nunca fue
la mejor.
Más de 10 veces se escapó de su
apartamento, y aparecía días, a veces meses después.
Aun me sorprendo cuando recuerdo
aquellos días. Sus escapes, eran magníficos. A tal punto de partir de parís, y
aparecer en argentina sin previo aviso.
Yo mismo la encontré un par de veces,
y varios fueron los que me cargue para asegurarme de que siguiera con vida.
Claro, al cabo de un par de años, la “Pequeña niña” ya era toda una mujer, que
no necesitaba guardaespaldas.
Estuvo bajo mi tutela durante 42
meses; aprendía todo de mi, a veces durábamos días hablando de arte,
empezábamos por los griegos y los egipcios, y lentamente llegábamos hasta los
mas contemporáneos, incluyendo a aquel venezolano, Carlos Cruz Diez, con sus
extrañas barras de sintetismo, vive cerca de aquí si no me equivoco… También la
llevaba a Louvre, íbamos hasta 3 o 4 días seguidos, y era aun mas intenso
cuando me dedicaba a explicarle Filosofía o ciencias, incluso la enseñe a
defenderse, a persuadir a sus enemigos, puntos débiles del cuerpo (y como
atacarlos desde luego), bah... qué no le habré enseñado…
Después de tanto tiempo de
mantenernos juntos, ya me había acostumbrado a llamarla Jeriko, ella decía que
no le gustaba, su madre le decía así. Casi siempre que huía, usaba el nombre de
Jeriko en su identidad… “Ellos nunca me buscarían con la misma identidad, no
dos veces”…
Era tan lista…
Recuerdo la última vez que la vi; la
lleve a comer helado…
Nos sentábamos en la grama del
parque, viendo hacia la autopista. Nos dedicábamos horas a contar los autos de
diferentes colores…
Ellos vinieron ese día. Como siempre,
disfrazados de payasos con sus cascos y chalecos kevlar (es algo estúpido, si
comprenden la situación). La esposaron y le aplicaron un sedante antes de
llevársela.
Lo último que me pregunto fue si me
vería de nuevo algún día… “No cuentes con eso, Jeriko…” le dije apartando su
cabello de sus ojos…
Después de llevársela, tres de ellos
se quedaron como estúpidos apuntándome, obviamente no tenían idea de que hacer.
Tres brazos y tres narices se rompieron ese dia…
Una vez más, me aleje
de su radar… espero que no me encuentren de nuevo…