viernes, 8 de junio de 2012


Memorias de un Asesino, “Mi nombre, es Spencer Grimm”

Capítulo 1.

Jeriko

Ciertamente, es naturaleza del humano, conseguir, buscar, incluso crear, alguna manera de etiquetar o juzgar todo (y a todos) lo que nos rodea.
Infinidad de libros de metafísica o religión luchan por hacernos creer lo contrario, por asegurarnos que podemos elegir simplemente “No juzgar” y esperar a conocer antes de figurarnos una imagen definitiva.

Resulta, que no…

Es imposible no juzgar a la primera, ¿Por qué? Simple, somos demasiado, demasiado estúpidos.
Tanto asi, que dependemos de una imagen, adjetivo, critica, o cualquier estampilla que nos haga entender que ese “algo” es algo, y no otra cosa.

Ella, ella me hiso entenderlo…

Yo, era mucho más joven entonces, recuerdo que no había pasado mucho tiempo, si acaso algunos meses, desde que terminé mis estudios de filosofía en aquella universidad de cuyo nombre no me dan ganas de acordarme.
Habré durado cuando mucho 3 o 4 días como profesor en parís, antes de que ellos me encontraran una vez más (se hiso un hábito desde que cumplí 16)
El caso es que me llevaron solo para presentármela, como cualquier niña malcriada a quien le citan a su representante…

Nunca, nunca me han gustado los retos. Si algo funciona, es mejor dejarlo así.
Ese día, mi “Etiqueta” fue tan simple y directa como la que pudo colocarle cualquiera.
“Es una niña malcriada”. No esperaba conseguir ningún resultado de ella…

Me equivoque…


Denisse, era su nombre. Tenía apenas 13 años entonces, su larga cabellera negra contrastaba con su piel pálida. Su rostro era digno de un poema de Neruda, al menos yo, no conseguí ningún defecto en su composición. Desarrolle un gran afecto hacia ella en muy poco tiempo; supongo que el sentimiento es similar al de un hermano mayor, o algo por el estilo.

No les mentiré, su conducta nunca fue la mejor.

Más de 10 veces se escapó de su apartamento, y aparecía días, a veces meses después.

Aun me sorprendo cuando recuerdo aquellos días. Sus escapes, eran magníficos. A tal punto de partir de parís, y aparecer en argentina sin previo aviso.

Yo mismo la encontré un par de veces, y varios fueron los que me cargue para asegurarme de que siguiera con vida. Claro, al cabo de un par de años, la “Pequeña niña” ya era toda una mujer, que no necesitaba guardaespaldas.

Estuvo bajo mi tutela durante 42 meses; aprendía todo de mi, a veces durábamos días hablando de arte, empezábamos por los griegos y los egipcios, y lentamente llegábamos hasta los mas contemporáneos, incluyendo a aquel venezolano, Carlos Cruz Diez, con sus extrañas barras de sintetismo, vive cerca de aquí si no me equivoco… También la llevaba a Louvre, íbamos hasta 3 o 4 días seguidos, y era aun mas intenso cuando me dedicaba a explicarle Filosofía o ciencias, incluso la enseñe a defenderse, a persuadir a sus enemigos, puntos débiles del cuerpo (y como atacarlos desde luego), bah... qué no le habré enseñado…

Después de tanto tiempo de mantenernos juntos, ya me había acostumbrado a llamarla Jeriko, ella decía que no le gustaba, su madre le decía así. Casi siempre que huía, usaba el nombre de Jeriko en su identidad… “Ellos nunca me buscarían con la misma identidad, no dos veces”…

Era tan lista…

Recuerdo la última vez que la vi; la lleve a comer helado…

Nos sentábamos en la grama del parque, viendo hacia la autopista. Nos dedicábamos horas a contar los autos de diferentes colores…

Ellos vinieron ese día. Como siempre, disfrazados de payasos con sus cascos y chalecos kevlar (es algo estúpido, si comprenden la situación). La esposaron y le aplicaron un sedante antes de llevársela.

Lo último que me pregunto fue si me vería de nuevo algún día… “No cuentes con eso, Jeriko…” le dije apartando su cabello de sus ojos…

Después de llevársela, tres de ellos se quedaron como estúpidos apuntándome, obviamente no tenían idea de que hacer. Tres brazos y tres narices se rompieron ese dia…

Una vez más, me aleje de su radar… espero que no me encuentren de nuevo…